Antes de pasar a la larga tarde de verano, el pequeño pueblo de Provenza está desierto. Es la hora sagrada de la siesta. Solo las fragancias flotan en el aire. El aroma a albahaca junto al alféizar de la ventana. El aroma de verbena flotando sobre el pequeño muro de piedra. Y a la sombra de los naranjos en la plaza, el único sonido es la fuente burbujeante y el canto de las cigarras.
Bergamota, mandarina, lima persa, verbena, menta, albahaca, pachulí, musgo de roble